En Forma

Llevaba dias ¡que digo dias ... meses! Llevaba meses pensándome eso de volver al gimnasio, por aquello de ponerse en forma, atacar las lorzas que ya casi parecen más parte de mi que mi propio apellido. Pero dia si y día también me decía... la semana que viene, total, tampoco estoy tan gorda. ¿dije gorda? Nooooo, esa palabra no es mía, tan... tan.... creo que no me atreví ni a dar un calificativo a aquella forma que estaba adquiriendo mi figura.
Mi novia, la pobre que es más santa que Claus, me decía que a ella le gustaba como estaba, pero que si me veía mal pusiese remedio, creo que esa forma suya de decirme las cosas me hacen amarla más.
Total, que después de sentirme “perseguida” por una marca que se me cruzaba a cada paso, me apreté los machos y me acerqué a pedir información al gimnasio en cuestión.
- hola
- hola, ¿qué querías?
- Información.
- Ah, ven por aquí
Bueno, una mujer que me recordaba a “mi primer amor”, hasta en el nombre. Ummmm

Sigo, que me pierdo. Pues eso, que me cita para el día siguiente, tener una clase y ver si me gusta o... o si.
Y ahí estoy yo, puntual. Y ¡sorpresa! Esa primera clase incluía un test exhaustivo, que además del nombre teléfono y dirección, preguntas como: estado civil, problemas de salud... y lo peor
- Ven que te tengo que pesar (bueno hay forma más discretas de llamar pasada a alguien)
- Y ahora ponte aquí, que te mido.
- Coge esto (que más se parece al mando de la play), es para medir la rasa corporal (grasa? ¡pero si no hace falta SE VE!)
En fin que tras el calvario de preguntas accedimos a la sala de torturas. Y allí intercaladitos me esperaban todos los aparatejos que fui probando una por uno sin dejar que faltara nada.
Han pasado unos dias y he de confesar que es una de las mejores cosas que he hecho.
Al menos me encuentro muuuucho mejor, eso si, plagada de agujetas pero feliz.